1 feb 2011

Legitimidades

Hace poco leí un libro de Amin Maalouf, El desajuste del mundo, en el que su autor dedica parte de sus explicaciones a la importancia capital que tiene la legitimidad para cualquier régimen. Curiosamente, Maalouf ejemplificaba sus explicaciones con el caso de Egipto durante el gobierno de Gamal Abdel Nasser. Este hombre se convirtió en el héroe de las poblaciones de los países árabes, del movimiento panárabe y de los opositores al sionismo y al control occidental cuando plantó cara a Francia e Inglaterra, y con ellos a Israel, al resolver la nacionalización del canal de Suez. En su libro, Maalouf cuenta cómo poco a poco fue perdiendo la legitimidad que le había dado ese hecho, hasta que ésta desapareció por completo cuando las tropas israelíes masacraron a las egipcias en la Guerra de los Seis Días. Desde entonces, e incluso se podría decir que desde antes (desde la descolonización comenzada tras la Segunda Guerra Mundial), el mundo árabe, en lugar de continuar el camino hacia una independencia cada vez mayor y una mejora de la vida de sus gentes, se ha ido enzarzando cada vez más en conflictos varios. Edward Said explica, y aquí lo refiero de forma muy simplificada, que el retraso de una parte del globo terráqueo que hace tan solo unos siglos era su centro y, desde luego, más avanzada que Occidente en muchos aspectos, tiene mucho que ver con el autoconvencimiento del pueblo árabe de su propia inferioridad. Amin Maalouf aduce que el pueblo árabe está embargado por el odio, por un odio que tiene una doble dimensión: odio hacia las potencias occidentales que los han ocupado y humillado, pero también odio hacia ellos mismos, por su impotencia ante las ocupaciones occidentales y ante Israel, un país que en 1967 pudo derrotar a una coalición de países árabes, países que hasta hace no tantos siglos habían formado parte de un poderoso imperio al que pocos se atrevían a soplar.



En este principio de 2011 estamos siendo testigos de unas revueltas que, si dieran lugar a cambios y transiciones bien llevadas a cabo, podrían significar importantes transformaciones en el mundo árabe. Primero Ben Alí en Túnez y ahora Mubarak en Egipto, estos líderes han perdido, como Nasser, su legitimidad. Hasta el presidente de los Estados Unidos le ha pedido al presidente de Egipto que dimita para que se pueda producir una transición a un sistema democrático de verdad y no solo de boquilla. Antes de ayer leí a un analista diplomático que decía, además, que la marcha de Mubarak, que, en palabras de los sionistas israelíes, es un "amigo", podría significar el fin del bloqueo de Gaza. No estoy segura de esto y tampoco sé qué opinarían los Estados Unidos de ello, pero desde luego está claro que el cambio en Egipto sería una oportunidad para el cambio en Oriente Medio. No puedo evitar querer ser optimista y pensar que quizás se pueda producir ahora lo que no se produjo ni tras las independencias de algunos países árabes tras la Primera Guerra Mundial ni tras la descolonización, es decir, el momento en el que los ciudadanos de los países árabes sean los que pasen a ocuparse de sus propios asuntos. Pero tampoco puedo evitar pensar que va a ser un cambio muy difícil. Egipto podría convertirse en una república islámica al estilo de Irán si se producen unas elecciones democráticas y las ganan los Hermanos Musulmanes, lo que podría suponer en Egipto la aplicación estricta de la sharia, o no, como en el caso de Turquía, que ahora mismo está gobernada por un partido islamista. También podría ocurrir que ganara un partido que enarbolara otras propuestas, y quizás Egipto dejaría de ser uno de los principales aliados de Israel en la zona, quizás el país del Nilo tendría por fin un sistema político donde existiera de verdad la pluralidad, quizás se acabarían los presos políticos , quizás se rompería el bloqueo de Gaza (no sé qué consecuencias traería esto último).
Pero todo esto solo son conjeturas de una estudiante de Historia que cree en la capacidad de los países árabes para luchar y decidir su propio futuro, posiblemente por culpa de los escritos de su admirado Amin Maalouf, entre otros. Ahora solo queda esperar, y de momento parece que Mubarak se resiste a irse.

3 comentarios:

  1. ah, ya sé de que me suena el tal Amin Maalouf... de tu anobii xDDD y porque hace años una amiga me recomendó el libro sobre las cruzadas :P

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  2. Tengo poca experiencia en estos intrincados mundos cibernéticos, así que de repente no se ni quién soy (se quien soy pero no se si he de ser alguien mas)ni como he de subsistir en esta pantalla. Conozco a través de la Juglaresa el libro "Identidades Asesinas" de Maalouf. En el epílogo el autor abre una pequeña grieta en lo fatal, no renuncia a la visión optimista con la cual su ensayo perderá su sentido en el futuro. Tal vez lo que está ocurriendo en el norte de África sea un paso en el rumbo de su esperanza. Pero el horizonte presenta amenazas.Y yo me pregu to si Europa y los USA no son una de ellas.

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  3. Ojalá lo que ocurre en el norte de África sea una señal de esperanza. Maalouf analiza, entre otras, esa "amenaza" que supone (y ha supuesto) Occidente para la democracia en Oriente Medio en "El desajuste del mundo". Es algo que ahora estamos tratando en clase, especialmente en el caso de EEUU: cómo un país que enarbola la bandera de la democracia y con esa excusa invade y "tutela" países hasta que "terminen" su transición a la democracia (caso de algunos protectorados en Oriente Medio tras la I Guerra Mundial) nada menos que apoyando a los sectores más retrógrados y antidemocráticos, ya que es más fácil controlar a un dictador "aliado" que a un país democrático en el que los ciudadanos tengan un papel en las decisiones del gobierno.

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