21 ene 2011

Concierto barroco

[...] subió el Maestro al podium, agarró un violín, alzó el arco, y, con dos gestos enérgicos, desencadenó el más tremendo concerto grosso que pudieron haber escuchado los siglos -aunque los siglos no recordaron nada, y es lástima, porque aquello era tan digno de oírse como de verse... Prendido el frenético allegro de las setenta mujeres que se sabían sus partes de memoria, de tanto haberlas ensayado, Antonio Vivaldi arremetió en la sinfonía con fabuloso ímpetu, en juego concertante, mientras Domenico Scarlatti -pues era él- se largó a hacer vertiginosas escalas en el clavicémbalo, en tanto que Jorge Federico Haendel se entregaba a deslumbrantes variaciones que atropellaban todas las normas del bajo continuo. "¡Dale, sajón del carajo!" -gritaba Antonio-. "¡Ahora vas a ver, fraile putañero!", respondía el otro, entregado a su prodigiosa inventiva, en tanto que Antonio, sin dejar de mirar las manos de Domenico, que se le dispersaban en arpegios y floreos, descolgaba arcadas de lo alto, como sacándolas del aire con brío gitano, mordiendo las cuerdas, retozando en octavas y dobles notas, con el infernal virtuosismo que le conocían sus discípulas. Y parecía que el movimiento hubiese llegado a su colmo, cuando Jorge Federico, soltando de pronto los grandes registros del órgano, sacó los juegos de fondo, las mutaciones, el plenum, con tal acometida en los tubos de clarines, trompetas y bombardas, que allí empezaron a sonar las llamadas del Juicio Final. "¡El sajón nos está jodiendo a todos!"- gritó Antonio, exasperando el fortissimo. -"A mí ni se me oye"- gritó Domenico, arreciando en acordes-. Pero, entretanto, Filomeno había corrido a las cocinas, trayendo una batería de calderos de cobre, de todos tamaños, a los que empezó a golpear con cucharas, espumaderas, rollos de amasar, tizones, palos de plumeros, con tales ocurrencias de ritmos, de síncopas, de acentos encontrados, que por un espacio de treinta y dos compases lo dejaron solo para que improvisara. "¡Magnífico!, ¡magnífico! -gritaba Jorge Federico-. "¡Magnífico!, ¡magnífico! -gritaba Domenico, dando entusiasmados codazos al teclado del clavicémbalo-. Compás 28. Compás 29. Compás 30. Compás 31. Compás 32. "¡Ahora!" -aulló Antonio Vivaldi, y todo el mundo arrancó sobre el da capo, con tremebundo impulso, sacando el alma a los violines, oboes, trombones, regales, organillos de palo, violas de gamba, y a cuanto pudiese resonar en la nave, cuyas cristalerías vibraban, en lo alto, como estremecidas por un escándalo del cielo.

Alejo Carpentier. Concierto barroco.

Creo que dos buenos adjetivos para describir Concierto barroco son fantástico (en el sentido de imaginativo) y surrealista. Toda música me produce una amplia gama de sentimientos cuando la oigo o la toco, casi toda me gusta: heavy metal, rock clásico, punk, música clásica, música antigua, folk, celta... Sin embargo, he de confesar que la música del Barroco es de mis músicas favoritas (no me gusta esa expresión, pero bueno), y seguramente ese algo que Monteverdi, Bach, Haendel, Porpora o Vivaldi me mueven por dentro tenga mucho que ver con que es el periodo musical que más he tocado con la guitarra clásica,(hay muchas obras barrocas escritas originalmente para instrumentos de cuerda pulsada, y otras tantas para otros instrumentos que han sido transcritas para guitarra). He querido colgar este fragmento de la novela de Carpentier porque al leerlo me he sentido casi igual que al oír una ópera de Haendel, un preludio de Bach o un concierto de Vivaldi. El libro es, por lo demás, muy recomendable, por lo divertido y lo original, además de corto, algo muy apropiado para estos días de exámenes y agobios.

1 comentario:

  1. Como diría mi amigo el sajón ¡que bien hace cuando bellas damiselas disfrutan con nuestra música!
    Aprovecha para escribir un raro relato histórico sobre los amores e intrigas de los músicos del Barroco.
    Y sigue disfrutando con Il cimento dell'armonia e dell'inventione y otras disgresiones.
    Il prete rosso

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