15 jul 2011

Del norte más al norte y tiro porque me toca

Lo que comúnmente se conoce como música celta (o folk, aunque el folk sea un género más amplio que abarca la música folclórica de cada región, según algunos, mientras que el celta se refiere exclusivamente a la música tradicional de las llamadas naciones celtas: Irlanda, Escocia, Gales, Cornualles, la isla de Man, Galicia y Asturias. Todos estas nomenclaturas difieren dependiendo del autor al que leas o de la persona con la que hables) me gusta desde hace mucho tiempo. Por eso ir este año (¡por fin!) al Festival Internacional de Música Celta de Ortigueira significaba tanto para mí. Por un lado ha sido una experiencia maravillosa. Ha sido el primer viaje solo con mis amigos, además a una tierra como Galicia, tan bella, mágica y llena de gente maja. La música ha sido bestial, desde el primer día hasta el último. He tenido la oportunidad de ver en directo a bandas que ya conocía, como Luar Na Lubre (que, bajo mi punto de vista, han ido perdiendo con el tiempo, pero a los que vale la pena ver en directo) o Brian Finnegan Big Band (al que tuve la oportunidad de ver dos veces, una en el concierto y otra en una masterclass que dio al día siguiente), y de conocer a bandas nuevas para mí, como Ulträqäns (que hacen una especie de celtic ska muy bailable), Stolen Notes (unos sevillanos que tocan celta puro y duro) o Oscar Ibáñez & tribo (un tipo sospechosamente parecido a Carlos Núñez con una banda que hace de todo un poco). Los baños y paseos por la playa de Morouzos, tomarse una Estrella de Galicia con los amigos y las actividades paralelas que ofrecía la organización del festival cierran la parte del viaje que fue inolvidable.

Sin embargo, espero olvidar pronto a los pijipis. Los pijipis son una banda de hippies falsos que plagaban el festival y se dedicaban a dar por saco. Yo entiendo que cada uno se lo puede pasar bien como quiera, aunque diga que me parece un poco estúpido y anti-hippie pagar los gastos de un viaje de 600 km cuando te puedes emborrachar y drogar en tu casa (porque, dicho sea de paso, es bastante triste, pero la mayoría de los acampados no pisaron ni un solo concierto). Pero lo que me parece intolerable es que, como su comportamiento es el normal en la zona de acampada del festival, los que llegamos a las cinco de la mañana después de los conciertos nos tengamos que joder y oír las raves (conjuntos de altavoces o zonas en las que la gente baila o no al ritmo de algo que ellos llaman música y que apenas merece el nombre de chunda chunda, aunque a veces pongan algo de heavy metal bueno) sin poder dormir tranquilos. Y si son tan hippies y respetan tanto la naturaleza, no me entra en la cabeza cómo pudieron dejar el campamento como lo dejaron, que daba vergüenza ajena, todo lleno de botellas, vidrios, plásticos y otros deshechos. Son la cosa menos solidaria que he tenido ante mis ojos: Ortigueira monta un festival gratis (aunque también es verdad que hacen un buen dinero con lo que los asistentes gastamos en comida y demás durante los cuatro días del festival) y pone a su disposición un lugar donde acampar y esta gente se lo devuelve dejando la zona de acampada, el muelle y los alrededores del escenario hechos un asco. Esta gente le quita gran parte del encanto al festival. No deben conocer la máxima de Vive y deja vivir. Además, me saca de quicio su falsedad, eso no es ser hippie, leñe. Aunque quizás sea yo la rara, y la música no sea la verdadera diversión del festival, sino estar drogado todo el día y no hacer nada. Si eso es "lo normal", no me convence para nada.

Lo que también me ha quedado bastante claro es que, aunque me guste mucho el campo, tengo unas costumbres absolutamente urbanitas (y hasta diría burguesas). La educación que he recibido me ha hecho así. Dormir por primera vez ha sido una experiencia reveladora, que estaría dispuesta a repetir alguna vez, pero con una tienda que no tenga agujeros por los que se cuelen las arañas (que me producen un terror irracional), aunque ya se vayan a colar de por sí. Eso sí, donde esté dormir bajo techo, que se quite lo demás. Así que la próxima vez, si no vienen amigos con los que pueda estar en el campamento, me pillo una habitación en una pensión.

Y ahora, de vuelta del norte, hecha un conguito, me vuelvo a ir. Mañana marcho a Berlín, a pasear sus calles, a empaparme de su ambiente y a (intentar) mejorar mi alemán. Trataré de actualizar a menudo durante el mes siguiente, para plasmar aquí mis experiencias en la ciudad renacida de sus cenizas.

1 comentario:

  1. yo tambien soy una city-girl como pocas y a estas alturas si no me voy un fin de semana al año de acampada a dormir en el suelo y pelear con los bichos no quedo tranquila xDDD

    todo es cuestión de acostumbrarse, hasta a las arañas... yo ahora hablo hasta con ellas como quien habla con un perro :P

    que lo pases bien en berlin y ya sabes que si se te apetece bajar hasta aqui abajo, eres bienvenida :)

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